Hace 465 años, Francisco de Orellana protagonizó una de las más grandes epopeyas en la historia de la navegación. En una embarcación precaria y al mando de 57 hombres, el explorador trujillano descendió el curso del río Amazonas llegando hasta su desembocadura en el Océano Atlántico el 26 de agosto de 1541. Por ello pasó a la historia como su descubridor y primer hombre en navegarlo.
Orellana tardó 32 semanas en recorrer el río más largo del mundo en busca del Dorado y del mítico País de la Canela.
Orellana buscaba una salida al mar, alimentos para los compañeros que dejó atrás y, sobre todo, gloria y riqueza.
El Amazonas es el río más largo, más caudaloso, más ancho y más profundo del planeta. La cuenca más extensa de la Tierra. En la cuenca amazónica y zonas aledañas se encuentra más del 56% de los bosques tropicales, con más de 8 millones de hectáreas. Descarga al océano Atlántico entre 200.000 y 220.000 m3 de agua dulce por segundo, lo que representa entre 6,3 y 6,9 billones de m3 al año. La cantidad de agua que llega al Atlántico deja sentir su efecto a más de 100 Km. mar adentro.
Casa Natal de Francisco de Orellana
La luna toda a ultramar.
Océana es la mar que no conoce Tierra alguna.
Mar adentro, Extremadura.
En la llanura del Mar.
jueves, 30 de agosto de 2007
viernes, 17 de agosto de 2007
El Amazonas
El Río Amazonas, el más anchuroso de los ríos del universo, tiene alrededor de 6.800 kilómetros de longitud. Nace en el picacho Nevado del Mismi, muy cerca del lago Titicaca, a 5672 metros sobre el nivel del mar. De su enorme caudal de agua que aporta al mar, 250 mil metros cúbicos por segundo, es la mayor reserva mundial de agua dulce. Tanto que en su desembocadura el agua del océano pasa de salada a salobre. Hay partes tan anchas que la distancia de una orilla a otra es de casi trescientos kilómetros. La fuerza de la corriente se aviva por la crecida de las aguas que producen sus lluvias torrenciales y violentas. En su recorrido recibe más de un millar de afluentes prodigiosos.
La selva del Amazonas tiene una extensión aproximada de 7 millones de kilómetros cuadrados de densa vegetación. Una extensión semejante a toda Europa Occidental, distribuidos entre Brasil, Perú, Colombia, Bolivia, Las Guayanas, Surinam, Ecuador y Venezuela.
Su imponente vegetación, el verde perenne de la jungla, alcanza medio centenar de metros de altura que apenas deja filtrar el 5% de la luz solar. Una población de 700.000 personas, que hablan 180 lenguas distintas, y la forman 255 pueblos. Es una de las regiones más ricas del mundo tanto biológica como económicamente. Allí se encuentra el 50% de la biodiversidad mundial y el 70% de las especies animales y vegetales del planeta. Brasil alberga la mayor parte de la Amazonia, casi un 60%.
Por su biodiversidad, es el mayor ecosistema del mundo. Produce el 20% del oxígeno de todo el planeta. Entre sus pliegues de abigarradas hojas y plantas, viven 60.000 especies arbóreas, centenares de mamíferos; 1500 especies de aves y peces diferentes; dos millones de especies de insectos, más de mil plantas medicinales, y una gran número de reptiles, anfibios y microorganismos sin clasificar, además del 20% de las especies de primates del planeta. Casi 6000 islas se esparcen por su líquido curso.
La explotación maderera expolia la Amazonia en la actualidad reduciendo su tamaño forestal. La Comunidad indígena defiende la preservación integral del Amazonas para poner freno a sus explotaciones agrícolas y mineras, y el tráfico ilegal de animales, denunciando la destrucción de la selva y sus culturas.
El Río Amazonas fue bautizado así por el conquistador español Francisco de Orellana quien, junto a 57 de sus hombres, fue el primero en navegar por sus aguas en 1541. La ruta de Orellana le llevó a descubrir y navegar la cuenca más extensa del mundo, uno de los periplos más asombrosos de la historia de los descubrimientos de la humanidad.
Casa de Orellana
jueves, 16 de agosto de 2007
Vivir en la Villa Medieval de Trujillo
La Casa de Orellana , descubridor del Río Amazonas, está situada dentro del paisaje sosegado del recinto amurallado de la Villa Medieval de Trujillo, donde predominan por privilegio de conquista, blasonadas, las casas solariegas con escudos. En el que confluyen los edificios más representativos de la Ciudad: La Iglesia de Santa María La Mayor, El Palacio Chaves Mendoza, El Alcázar de los Altamirano, La Puerta de San Andrés, La Alberca, La Coria, La Calle Gargüera, El Alcázar de los Bejaranos, La Casa Fuerte de los Escobar, La Casa de los Alvarado, La Casa de los Rol-Zárate y Zúñiga, La Casa de Chaves-Calderón-Carvajal, La Plazoleta de los Naranjos, La Torre del Almirante entre cipreses, El Arco y la Iglesia de Santiago y La Casa Museo Pizarro, símbolos inequívocos de su pasado medieval. A esta situación privilegiada se añade la proximidad de la Casa a la Plaza Mayor, donde se alza en bronce la estatua ecuestre de Francisco Pizarro, obra universal del escultor norteamericano Charles Rumsey.
Cuenta con cinco habitaciones exclusivas que llevan el nombre de personajes ilustres que participaron en el descubrimiento del Amazonas: Francisco de Orellana, La Torre de Don Gonzalo, Fray Gaspar de Carvajal, Cosme de Chaves y Ana de Ayala. Una de las mayores gestas en la historia de los descubrimientos de la humanidad.
Cuenta con cinco habitaciones exclusivas que llevan el nombre de personajes ilustres que participaron en el descubrimiento del Amazonas: Francisco de Orellana, La Torre de Don Gonzalo, Fray Gaspar de Carvajal, Cosme de Chaves y Ana de Ayala. Una de las mayores gestas en la historia de los descubrimientos de la humanidad.
Francisco de Orellana, descubridor del Amazonas.
En la hondura de la selva amazónica: inhóspita, hostil e inhabitable, entre la voraz vegetación tropical, tórrida y umbría, espesa y verdeoscura, el incesante zumbido de tábanos y mosquitos, la algarabía de trinos de aves multicolores, papagayos, iguanas, loros, guacamayos, jaguares, sones de tambores; orquídeas flotando sobre las aguas, cocodrilos, anacondas y pirañas; mariposas enormes, amarillas; lianas trepando, frondosas, sobre las ramas; ráfagas de viento ardiente, huracanado; el capitán Francisco de Orellana, el 26 de Diciembre de 1541, emprende la primera navegación del río más caudaloso del mundo, el Amazonas, a bordo de un bergantín, el San Pedro, junto a 57 intrépidos españoles: vascos, asturianos, gallegos, castellanos, andaluces y extremeños, y de entre ellos, náufragos vasallos, dioses trujillanos: Lorenzo Muñoz, Rodrigo de Arévalo, Fray Gaspar de Carvajal, Francisco de Orellana. Todos ellos, héroes de leyenda y de historia a manos llenas.
Huérfano de padre desde niño, Francisco de Orellana nace en Trujillo en 1511. A la edad de 16 años se embarca a Tierra Firme, participando junto a sus primos, Francisco, Hernando, Juan y Gonzalo Pizarro, en el Perú, en las conquistas de Lima, Trujillo, el Cuzco y Puerto Viejo, donde quedará tuerto en la batalla. En 1538 funda en ultramar la ciudad de Santiago de Guayaquil, "La Perla del Pacífico", hoy uno de los puertos más importantes del Ecuador.
En busca de fama y riquezas; honor, gloria y fortuna, atraídos por el fabuloso tesoro del reino de El Dorado, y la inmensa riqueza en especias del País de la Canela, Gonzalo Pizarro inicia la expedición desde Quito, reuniéndose en la falda del volcán, en el Valle de Zumaco, junto a su lugarteniente Francisco de Orellana, que venía de la caliente ciudad de Guayaquil, con veintitrés hombres armados de arcabuces y ballestas. La expedición se completaba con doscientos españoles y cuatro mil indios. Gonzalo, el más temerario y rebelde de los Pizarro, una familia de fábula, llevaba con él doscientos caballos, cabalgaduras, yelmos, corazas y armaduras; infantes y caballeros. Numerosas llamas, que se utilizaban como bestias de carga, una jauría de perros amaestrados, rebaños de cerdos y provisiones.
Después de penosas fatigas salvando barrancos, lluvias torrenciales, pasando hambre, ataques de los indios que les arrojan flechas envenenadas, cruzando los andes, se internaron en la selva, comenzando las calamidades al atravesar la cordillera, extenuados, donde murieron la mayor parte de los expedicionarios acostumbrados al clima suave de la meseta ecuatoriana. Faltos de provisiones, l a exploración se iba haciendo cada vez más intrincada; la humedad de la selva tropical, la tierra más exuberante del planeta, uno de los lugares más impregnado de leyenda, de una geografía a ratos insalubre, comenzaba a enmohecer los trajes, a oxidar las armas y a descomponer los víveres y las semillas. La pólvora, como no se guardaba con mucha cautela, se humedecía y no servía para nada. Las continuas molestias provocadas por los enjambres de insectos y las mordeduras de vampiros, murciélagos y serpientes venenosas, produjeron un estado de excitación nerviosa entre los expedicionarios.
Adentrándose en las profundidades de la selva, en la inmensidad amazónica, entre su espesura escarpada, pronto empezaron a escasear los víveres, por lo que decidieron construir un bergantín, el San Pedro -que medía unos diez metros de eslora y contaba con un mástil para una vela- por el que navegar por el tumultuoso río Coca. Acordando entonces que Orellana se adelantara en busca de alimentos.
Francisco de Orellana zarpa el 26 de diciembre de 1541, llevando a bordo del frágil navío cincuenta y siete hombres.
No encontrando víveres en su recorrido pero sí muchas dificultades. Tras una penosa navegación, abandonados a su suerte, decidieron proseguir corriente abajo arrastrados por sus vertiginosas aguas. Ante la imposibilidad de remontar el río que descendía impetuoso, abandonaron la idea de volver, y al resto de la expedición. Como la embarcación que llevaban no era suficiente para la empresa se decidió la construcción de un bergantín mayor, el Victoria.
Del Coca pasaron al Napo, navegando por el río, como náufragos en alta mar.
Durante la travesía fueron hostigados por los indios omaguas que poblaban las orillas del río; los jíbaros, la más cruel y legendaria tribu de la Amazonia, y por los aucas, la más feroz y sanguinaria.
Pero sobre todo por hermosas mujeres en canoas. Las describió como rubias, de grandes y fuertes miembros, audaces y belicosas, valerosas guerreras que se defendían de los invasores con flechas envenenadas. Eran altas, con largas trenzas enrolladas sobre la cabeza. Vestían túnicas de algodón y mantas de lana con brillantes plumas, o andaban semidesnudas. Cada año incursionaban en las tribus vecinas, selva adentro, entre gritos y timbales de batalla, atrapando a los mancebos para convertirlos en esclavos. Después del apareamiento, lo mismo que en la leyenda griega, conservaban sólo a las hembras, adiestrándolas en el manejo de las armas y en el arte de la guerra, y los varones sobrevivientes eran sacrificados o mutilados. Por lo que Orellana decidió bautizar al río con el nombre mítico del Amazonas.
En aquel ignoto lugar, en el confín del mundo, sintiendo la lealtad de sus hombres, el descubridor de la mayor corriente fluvial del planeta, el Tuerto trujillano tiene 30 años y poblada barba negra, avanzando aguas abajo por el exótico paraíso de resplandor y asombro, destellos de fastuosidad y misterio, de un desconocido e inmenso y caudaloso torrente, el magnífico Amazonas, que resultó ser uno de los mayores de la tierra.
Venciendo el hambre, la fatiga, el frío y la desesperación, abriéndose camino por medio del coraje y de la espada, se aventuran navegando a la deriva y sobreviven: La fe y la ambición mueven sus almas.
Engullidos en la hondura de la jungla, a través de parajes nunca transitados, los dos bergantines, achicando agua, bamboleando al viento, enderezando el timón, expuestos a las flechas emponzoñadas de los indios, hostigaban a los españoles sin cesar con sus lanzas y cerbatanas.
Navegando el torrente inexplorado del anchuroso Amazonas, siguiendo su curso serpenteante de fangosa agua rizada; navegando el río más caudaloso del planeta, según nos cuenta la crónica del capellán, el también tripulante y trujillano, el fraile dominico Gaspar de Carvajal, quien relató los pormenores del descubrimiento y descenso del Amazonas desde su inicio a su desembocadura; el 26 de Agosto de1542 pudieron ver al fin el mar después año y medio de aventura.
La vieja ambición de encontrar una vía de comunicación entre las tierras altas del Perú y el Océano Atlántico se había cumplido; el Amazonas había sido descubierto para la navegación, atravesando todo el continente de parte a parte.
Llegan al fin triunfantes a la desembocadura del Atlántico, pero famélicos, desfallecidos, diezmados.
De regreso a mar abierto en la mar Océana, el incansable Orellana embarca para España para conseguir la gobernación de las tierras conquistadas. En mayo de 1543, después de 16 años de ausencia, el navegante español Francisco de Orellana, llega a Valladolid, ciudad que albergaba la Corte.
Fue recibido en ausencia del Emperador, por el entonces Príncipe Felipe, el que fuera el vallisoletano más español de todos los monarcas, donde el relato de su expedición navegando el río mar, una de las gestas más audaces de la aventura española en América, que sólo la fe en Dios hizo posible, llamó poderosamente la atención. Sin hacerle olvidar que la evangelización era el fin último de la conquista, se le concedió, en las Capitulaciones del 13 de febrero de 1544, el reconocimiento jurídico de las tierras conquistadas; el título de Adelantado, Gobernador y Capitán General, y la Real Cédula del Descubrimiento y Población de Nueva Andalucía, para poder gozar de todas las honras, gracias, mercedes, franquezas y libertades, preeminencias, prerrogativas e inmunidades... del vasto territorio de las Amazonas.
Orellana aceptó ante escribano todas y cada una de las cláusulas contenidas en la Capitulación.
Su intención de partir de nuevo para conquistar y poblar las tierras descubiertas pasaba por trasladarse a la pujante y cosmopolita ciudad de Sevilla para contratar las naves que le acompañaran. Allí encuentra el amor: Ana de Ayala, quien le seguirá en su nueva aventura oceánica. Orellana y Doña Ana se unen en matrimonio. Se casaron en la Iglesia de la Macarena el 24 de Noviembre de 1544.
Sin embargo los preparativos se dilataban debido a la falta de recursos. La Corona, que no invertía maravedí alguno en la empresa, además de ampliar sus dominios, obtenía el beneficio del veinte por ciento o quinto real.
Finalmente gracias a la financiación de Cosme de Chaves, padrastro de Orellana, la expedición pudo partir.
Saliendo Orellana de madrugada desde Sanlúcar de Barrameda el 11 de marzo de 1545, al mando de cuatro naves, rumbo a las islas Canarias.
Bramando el mar, silbando el viento, haciendo escala en Cabo Verde, tuvieron que desechar, desvencijada, la Nao Capitana.
Zarpando el resto de los navíos, zangoloteando, mar adentro, rumbo a la Nueva Andalucía. Naufragando uno de ellos, con 77 tripulantes a bordo, durante la azarosa travesía. Las dos naves restantes consiguieron embarrancar a duras penas en la desembocadura del Amazonas río arriba.
En 1546 Orellana perece en el intento de remontar el Amazonas junto a la mayoría de sus hombres. Muere a los 35 años, en Noviembre de 1546, dejando el camino abierto a la colonización de un sistema fluvial inigualable, de la red navegable más grande del mundo.
http://www.casadeorellana.com
Huérfano de padre desde niño, Francisco de Orellana nace en Trujillo en 1511. A la edad de 16 años se embarca a Tierra Firme, participando junto a sus primos, Francisco, Hernando, Juan y Gonzalo Pizarro, en el Perú, en las conquistas de Lima, Trujillo, el Cuzco y Puerto Viejo, donde quedará tuerto en la batalla. En 1538 funda en ultramar la ciudad de Santiago de Guayaquil, "La Perla del Pacífico", hoy uno de los puertos más importantes del Ecuador.
En busca de fama y riquezas; honor, gloria y fortuna, atraídos por el fabuloso tesoro del reino de El Dorado, y la inmensa riqueza en especias del País de la Canela, Gonzalo Pizarro inicia la expedición desde Quito, reuniéndose en la falda del volcán, en el Valle de Zumaco, junto a su lugarteniente Francisco de Orellana, que venía de la caliente ciudad de Guayaquil, con veintitrés hombres armados de arcabuces y ballestas. La expedición se completaba con doscientos españoles y cuatro mil indios. Gonzalo, el más temerario y rebelde de los Pizarro, una familia de fábula, llevaba con él doscientos caballos, cabalgaduras, yelmos, corazas y armaduras; infantes y caballeros. Numerosas llamas, que se utilizaban como bestias de carga, una jauría de perros amaestrados, rebaños de cerdos y provisiones.
Después de penosas fatigas salvando barrancos, lluvias torrenciales, pasando hambre, ataques de los indios que les arrojan flechas envenenadas, cruzando los andes, se internaron en la selva, comenzando las calamidades al atravesar la cordillera, extenuados, donde murieron la mayor parte de los expedicionarios acostumbrados al clima suave de la meseta ecuatoriana. Faltos de provisiones, l a exploración se iba haciendo cada vez más intrincada; la humedad de la selva tropical, la tierra más exuberante del planeta, uno de los lugares más impregnado de leyenda, de una geografía a ratos insalubre, comenzaba a enmohecer los trajes, a oxidar las armas y a descomponer los víveres y las semillas. La pólvora, como no se guardaba con mucha cautela, se humedecía y no servía para nada. Las continuas molestias provocadas por los enjambres de insectos y las mordeduras de vampiros, murciélagos y serpientes venenosas, produjeron un estado de excitación nerviosa entre los expedicionarios.
Adentrándose en las profundidades de la selva, en la inmensidad amazónica, entre su espesura escarpada, pronto empezaron a escasear los víveres, por lo que decidieron construir un bergantín, el San Pedro -que medía unos diez metros de eslora y contaba con un mástil para una vela- por el que navegar por el tumultuoso río Coca. Acordando entonces que Orellana se adelantara en busca de alimentos.
Francisco de Orellana zarpa el 26 de diciembre de 1541, llevando a bordo del frágil navío cincuenta y siete hombres.
No encontrando víveres en su recorrido pero sí muchas dificultades. Tras una penosa navegación, abandonados a su suerte, decidieron proseguir corriente abajo arrastrados por sus vertiginosas aguas. Ante la imposibilidad de remontar el río que descendía impetuoso, abandonaron la idea de volver, y al resto de la expedición. Como la embarcación que llevaban no era suficiente para la empresa se decidió la construcción de un bergantín mayor, el Victoria.
Del Coca pasaron al Napo, navegando por el río, como náufragos en alta mar.
Durante la travesía fueron hostigados por los indios omaguas que poblaban las orillas del río; los jíbaros, la más cruel y legendaria tribu de la Amazonia, y por los aucas, la más feroz y sanguinaria.
Pero sobre todo por hermosas mujeres en canoas. Las describió como rubias, de grandes y fuertes miembros, audaces y belicosas, valerosas guerreras que se defendían de los invasores con flechas envenenadas. Eran altas, con largas trenzas enrolladas sobre la cabeza. Vestían túnicas de algodón y mantas de lana con brillantes plumas, o andaban semidesnudas. Cada año incursionaban en las tribus vecinas, selva adentro, entre gritos y timbales de batalla, atrapando a los mancebos para convertirlos en esclavos. Después del apareamiento, lo mismo que en la leyenda griega, conservaban sólo a las hembras, adiestrándolas en el manejo de las armas y en el arte de la guerra, y los varones sobrevivientes eran sacrificados o mutilados. Por lo que Orellana decidió bautizar al río con el nombre mítico del Amazonas.
En aquel ignoto lugar, en el confín del mundo, sintiendo la lealtad de sus hombres, el descubridor de la mayor corriente fluvial del planeta, el Tuerto trujillano tiene 30 años y poblada barba negra, avanzando aguas abajo por el exótico paraíso de resplandor y asombro, destellos de fastuosidad y misterio, de un desconocido e inmenso y caudaloso torrente, el magnífico Amazonas, que resultó ser uno de los mayores de la tierra.
Venciendo el hambre, la fatiga, el frío y la desesperación, abriéndose camino por medio del coraje y de la espada, se aventuran navegando a la deriva y sobreviven: La fe y la ambición mueven sus almas.
Engullidos en la hondura de la jungla, a través de parajes nunca transitados, los dos bergantines, achicando agua, bamboleando al viento, enderezando el timón, expuestos a las flechas emponzoñadas de los indios, hostigaban a los españoles sin cesar con sus lanzas y cerbatanas.
Navegando el torrente inexplorado del anchuroso Amazonas, siguiendo su curso serpenteante de fangosa agua rizada; navegando el río más caudaloso del planeta, según nos cuenta la crónica del capellán, el también tripulante y trujillano, el fraile dominico Gaspar de Carvajal, quien relató los pormenores del descubrimiento y descenso del Amazonas desde su inicio a su desembocadura; el 26 de Agosto de1542 pudieron ver al fin el mar después año y medio de aventura.
La vieja ambición de encontrar una vía de comunicación entre las tierras altas del Perú y el Océano Atlántico se había cumplido; el Amazonas había sido descubierto para la navegación, atravesando todo el continente de parte a parte.
Llegan al fin triunfantes a la desembocadura del Atlántico, pero famélicos, desfallecidos, diezmados.
De regreso a mar abierto en la mar Océana, el incansable Orellana embarca para España para conseguir la gobernación de las tierras conquistadas. En mayo de 1543, después de 16 años de ausencia, el navegante español Francisco de Orellana, llega a Valladolid, ciudad que albergaba la Corte.
Fue recibido en ausencia del Emperador, por el entonces Príncipe Felipe, el que fuera el vallisoletano más español de todos los monarcas, donde el relato de su expedición navegando el río mar, una de las gestas más audaces de la aventura española en América, que sólo la fe en Dios hizo posible, llamó poderosamente la atención. Sin hacerle olvidar que la evangelización era el fin último de la conquista, se le concedió, en las Capitulaciones del 13 de febrero de 1544, el reconocimiento jurídico de las tierras conquistadas; el título de Adelantado, Gobernador y Capitán General, y la Real Cédula del Descubrimiento y Población de Nueva Andalucía, para poder gozar de todas las honras, gracias, mercedes, franquezas y libertades, preeminencias, prerrogativas e inmunidades... del vasto territorio de las Amazonas.
Orellana aceptó ante escribano todas y cada una de las cláusulas contenidas en la Capitulación.
Su intención de partir de nuevo para conquistar y poblar las tierras descubiertas pasaba por trasladarse a la pujante y cosmopolita ciudad de Sevilla para contratar las naves que le acompañaran. Allí encuentra el amor: Ana de Ayala, quien le seguirá en su nueva aventura oceánica. Orellana y Doña Ana se unen en matrimonio. Se casaron en la Iglesia de la Macarena el 24 de Noviembre de 1544.
Sin embargo los preparativos se dilataban debido a la falta de recursos. La Corona, que no invertía maravedí alguno en la empresa, además de ampliar sus dominios, obtenía el beneficio del veinte por ciento o quinto real.
Finalmente gracias a la financiación de Cosme de Chaves, padrastro de Orellana, la expedición pudo partir.
Saliendo Orellana de madrugada desde Sanlúcar de Barrameda el 11 de marzo de 1545, al mando de cuatro naves, rumbo a las islas Canarias.
Bramando el mar, silbando el viento, haciendo escala en Cabo Verde, tuvieron que desechar, desvencijada, la Nao Capitana.
Zarpando el resto de los navíos, zangoloteando, mar adentro, rumbo a la Nueva Andalucía. Naufragando uno de ellos, con 77 tripulantes a bordo, durante la azarosa travesía. Las dos naves restantes consiguieron embarrancar a duras penas en la desembocadura del Amazonas río arriba.
En 1546 Orellana perece en el intento de remontar el Amazonas junto a la mayoría de sus hombres. Muere a los 35 años, en Noviembre de 1546, dejando el camino abierto a la colonización de un sistema fluvial inigualable, de la red navegable más grande del mundo.
http://www.casadeorellana.com
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Trujillo Cáceres Extremadura España
Trujillo Spain
Trujillo Cáceres Extremadura España / Spain
Archivo del blog
-
►
2008
(16)
- ► septiembre (5)